Los comunicadores sociales pertenecen a una rara especie de la fauna local chilena. Antes de que existiera el periodismo tal como hoy lo conocemos, fueron ellos quienes por vocación y talento natural han representado la voz de sus comunidades en medios de comunicación a lo largo del país.
Pueden ser comentaristas deportivos, presentadores de eventos o locutores de radio, como es el caso de Manuel Silva, comunicador social de la comuna de Maipú, quien, al igual que miles de sus colegas, han sabido ganarse el reconocimiento de la gente a fuerza de trabajo.
Historias de curas obreros, un encuentro cercano con Íngrid Olderöck, detención y expulsión del país durante la dictadura, entrevistas a tres presidentes de Chile, una larga lista de secretos de los alcaldes maipucinos, pero, por sobre todo, el rescate del patrimonio de su comuna son parte de su repertorio.
A Silva le tocó cubrir como comunicador la época dorada de la Democracia Cristiana, que, sumando tres alcaldes y cinco periodos, suman un largo reinado de 20 años, que sólo fue interrumpido por la administración de Roberto Sepúlveda y que terminó con Cathy Barriga.
La misma DC que años más tarde entraría en una profunda crisis por los coletazos del llamado Caso Basura, y que llevó a la falange a por primera vez perder el doblete de la alcaldía en una reelección. De todo esto Silva fue espectador en primera fila, y es parte de lo que conversó en esta entrevista para Capital Poniente.
Maipucino de toda una vida, asegura haber nacido con una partera en calle Centenario con Hermanos Carrera y luce, orgulloso, su carnet con la inscripción comunal.
¿A qué edad tuvo el primer acercamiento con el mundo de las comunicaciones?
Fue en Argentina, en Radio LV4 de San Rafael de Mendoza con el Tito López. Este compadre tenía el récord mundial de permanencia transmitiendo en radio y era uno de los capos de ese tiempo. Ahí yo aprendí con él y un día fuimos a transmitir un rally automovilístico, pero no había enchufes donde instalar la energía, entonces me manda a mí y había una casa a 100 metros. Entonces la conecto y sin darme cuenta que dejé el cable y lo mordieron las vacas y quedaron tiradas, y no se puedo hacer el rally (se ríe).
¿Cómo llegó a Argentina?
Había tres curas obreros que vivían en un campamento. Y sabiendo lo que venía, el cura tomó todas sus cosas y las llevó a la casa de mi madre, hicieron un forado arriba del techo y echaron todo arriba, no sabiendo nosotros lo que era. Entonces para el 73 cuando empezó la búsqueda de los curas, llegó la tipa que llegó de Australia, que era de la CNI o la DINA de apellido alemán (Íngrid Olderöck). A mí me llevaron detenido a la 25 Comisaría que estaba en Pajaritos con 5 de abril.

¿Qué edad tenía?
19, iba a cumplir 20. Bueno y ahí estuvimos presos y fuimos torturados, y después nos llevaron a la medialuna antigua y ahí me salvé con un hermano porque en ese tiempo había un señor que era presidente de la Junta de Vecinos que se llamaba Miguel Silva. Él tenía un hijo que se llamaba Miguel “el cacho” Silva. Entones antes que nos sacaran al Estadio Nacional llegó este hombre, preguntando por el hijo. Y el milico le dijo este es el Silva, y el viejo me pregunta ¿y el Cacho? No estaba con nosotros. Ya entonces (dijo) yo les voy a pegar unas patás en la raja y unos charchazos. Y así fue como nos sacó, haciendo creer que éramos familiares de él. Después a los curas los sacamos camuflados a la Embajada de Francia o consulado que está en Vicuña Mackenna junto a dos amigos más. Entonces cuando llegó la alemana los curas ya no estaban.
¿Cómo se los llevaron?
En una citroneta camuflada, en ese tiempo estaban haciendo el metro, los dejamos en la embajada o consulado de Francia de Vicuña Mackenna. Al cura que llevamos a la embajada fue Roberto Lebegue que vivía en comunidad junto a otros dos sacerdotes. A la semana después empiezan a buscar a los curas, y había un suboficial que vivía cerca, el “Peter” Negro, que era buscado incluso por la Radio Moscú, daban su nombre y otro de apellido Parada, que luego terminaron trabajando en seguridad con el alcalde Roberto Sepúlveda. Luego a la semana después a mí me sacaron del país. Nos dieron para elegir dónde queríamos irnos, nosotros dijimos España, y como no pudieron llevarnos, porque nos tuvimos que ir a Mar del Plata, entonces yo viví 5 años en la ciudad de San Rafael en Mendoza.

Otro de los sacerdotes a los que se refiere Silva es Paul André Arnaudón, quien formó parte de una comunidad de sacerdotes trabajadores que vivió en Maipú, y fue cercano a Joan Alsina, otro sacerdote que fue fusilado el 16 de septiembre de 1973.
Trazos de su vida que explican la descripción que le hizo el Diario La Batalla en el 2012, que lo describió como un “comunicador social, potente, locuaz, atrevido, punzante”.

Usted me cuenta que estuvo en Argentina, que volvió, y que con 19 años ayudó a escapar a unos curas, estuvo preso, con todo ese circo que ha visto pasar, me imagino que tiene una opinión especial de la actual administración.
Que es mentiroso, que es vivo, agrandado y que vino mandado por alguien a Maipú. Si tuviera cariño por la comuna ya estaría viviendo acá en Maipú. Por eso hoy Lavín lo desenmascaró y le dijo anda a trabajar y déjate de llorar. Entonces ahora tenemos al flojo y al llorón. Puede hacerse el bueno, tener buenas intenciones, pero está muy mal asesorado.
Al escucharlo, se deja entrever en la molestia con el alcalde Tomás Vodanovic un choque generacional. Simpatizante de la Democracia Cristiana desde los tiempos de Herman Silva, Manuel Silva ha visto pasar por el poder local a moros y cristianos, corruptos y honrados.
No es misterio que para muchos de la generación de Manuel Silva, existe frustración, molestia, o al menos distancia, frente a otra generación más joven, y que a veces usa muchas palabras sin decir tanto y que vive constantemente constreñida por lo políticamente correcto. Algo que quedó de manifiesto de alguna manera en el resultado del plebiscito de salida, donde apareció un silencioso 62% de rechazo que, coincidentemente, es casi el mismo porcentaje que reprueba al presidente Gabriel Boric.
Un fenómeno que también se ha visto en otras partes del mundo, como EE.UU., donde el progresismo más joven se ha separado del voto de mayor edad y asociado a la cultura rural.

Pero, más allá de estas desavenencias con el alcalde de turno, Silva sigue más vigente que nunca. Los 2,335 seguidores de su fanpage en Facebook diariamente siguen los pormenores, los dimes y diretes y, sobre todo, las polémicas que rondan a la Municipalidad de Maipú. Si algo pasó, Silva probablemente lo sepa o ya lo haya publicado.
La publicación de sus memorias dejaría a más de alguien en Maipú con problemas de sueño. Y es que le tocó vivir la época dorada de la Falange en la segunda comuna más poblada de Chile. Por sus oídos, sus teléfonos y, actualmente, su Whatsapp, han desfilado una larga listas de secretos, confidencias e historias secretas de la comuna.
Debido a la extensión de la entrevista de casi dos horas, una segunda parte, y quizás hasta una tercera, será publicada en este mismo medio, donde contaremos más detalles de la vida y opinión de una de las voces más punzantes en Maipú. Revelaciones que estamos seguro los vecinos de Maipú esperarán con entusiasmo.
Antes de terminar la entrevista Silva me pregunta, ¿sabes quién fue Carmen Luisa Correa? No, respondo. La operadora de la única central telefónica que había en Maipú por ahí por los años 20. Quedaba en calle Portales, llegando a Pajarito. Era la que sabía todo lo que pasaba la comuna, en los tiempos donde había sólo 30 aparatos telefónicos en Maipú.
Un espíritu de curiosidad y manejo de información que sin duda se reencarnó en la figura de Manuel Silva Salazar, un comunicador social y maipucino de tomo y lomo, al que todavía le queda mucho por contar.