La letra, quizás melosa, no pierde gracia al salir de una voz tan angelical como la de Karen Carpenter, que acompañada de un piano más que reconocible y unos vientos armoniosos, crean esta cama de algodón en la que te recostaras por todo el rato que dure la pieza. Finalizando con unas armonías de voces que solo confirman todo lo que te he dicho hasta ahora, simplemente, el cielo en tus oídos.
No neguemos ese sentimiento que cuando está en su peak, saca lo mejor de cada uno de nosotros, es una fuerza más grande que la gravedad, y contra ella, no se puede pelear.
Deivid